NOCHE  INTERIOR

 

Arbulú ha tratado siempre la pintura como un enigma cuya compañía debe ser comprometedora. Bajo la complicidad de esta como medio de expresión asume una posición frente a temas del individuo,  de la memoria y de la vida cotidiana. Además y por encima de la excelente factura de las pinturas que conforman la exposición, el contenido es como siempre el eje principal del trabajo del artista.

 

El espectador es el protagonista principal de estas obras que toman la ciudad como un simple pretexto para involucrar la mirada hacia espacios urbanos. Mas  allá de los fenómenos que acontecen en la ciudad el arte desempeña aquí un papel revelador y de interrogación al ofrecernos fragmentos de vida que nos obligan a mirar desde algún sitio oculto, como a escondidas y en secreto.

 

La ciudad, las ciudades recorridas, vividas, guardadas en la memoria, se convierten para José Luis en la mítica encrucijada de todos los encuentros, de todos los exilios, en la materia reveladora de una experiencia personal situada en su dimensión universal; las ciudades no son reconocibles, pueden ser reales como imaginarias, alegres o tristes; se convierten en un fin, un espacio donde podemos entrar, dar vueltas, perdernos, pero con la posibilidad de encontrar también una salida.

 

El artista es a la vez mudo espectador, se coloca a distancia, vuelve la espalda, nos invita a compartir pensamientos y miradas ocultas, a entrar en espacios que pertenecen a la ciudad en la que habita pero que pueden estar en cualquier lugar del mundo, a observar una realidad cruda y descarnada, a disfrutar del goce de la soledad, de los momentos de reflexión y asombro ante los eternos misterios del hecho de existir.

 

La noche representa antes que nada un estado de animo, el del pintor que tras la persiana atisba una ciudad cargada de vivencias. En Noche Interior la sensación de oscuridad se convierte en metáfora de la angustia hacia lo impredecible y lo infinito. Según Lacan detrás de la imagen está la mirada, el objeto, lo real, con lo cual “ el pintor en cuanto creador”…entabla un diálogo. A través de su discurso el artista nos traslada hacia un encuentro con un espacio conocido y a la vez ambiguo. Este espacio (detrás de la imagen y más allá del principio del placer) es el lugar en torno al cual se produce el instante íntimo de comunicación entre el artista y el espectador y en ese momento tenemos la mirada del artista dentro de nosotros, que nos invita a evocar nuestra propia carga de experiencias y emociones.

Rosario Wenzel
Julio 2002